En aquel antro cerrado, era tanta la gente que se acumulaba, que no se que me cegó si no fuiste tú que con tu paso mis ojos conseguiste saturar y mi corazón temblaba, como tiembla la cuerda de una guitarra.
Eras una desconocida, pero me daba la sensación que hacía tiempo que te conocía, eran tantas las veces que te había visto, pero no había vez en la que entre mis labios hubieran surgido palabras sin trabarme hacia tu dulce persona.
Cualquiera diría, que fui allí para estudiar, porque creo que lo unicó que estudie fue tu sonrisa y como hombre que soy alguna de tus curvas. Todo el mundo hablaba de ti como una chica tímida, y de mi como un chico algo más que loco, pero seguramente eso era lo que más me aseguraba tu rechazo para una merienda a mi cuenta o una pequeña nota con una invitación para quedar a mi nombre.
Era tanta la seguridad que tenía de tú rechazo, que aquí sigo ya no sé de ti, ya no pienso en nadie, solo busco ser feliz, y difícil es encontrar algo que me haga tan feliz como hacerte sonreír.
Ya hace varios meses que por fin hablo contigo, que por fin conozco a aquella chica por la que siempre había preguntado, intento quedar bien, intento crear un campo de confianza con demasiada verdad para que ella se sienta segura a mi lado, pero o es muy tímida o es muy seca. Ya hace un mes que no mantengo más de 10 palabras con ella, por mucho que saque conversación es difícil avivarla... Es como un fuego encendido bajo la lluvia...
Ya hace un par de semanas, en la que la razón de mis pensamientos ya no es encontrar a alguien a quien querer, sino en aprender a querer mejor de lo que creo, para que el día que me sienta con ganas volver a engancharme a la rutina de intentar querer y que me quieran.
Alvaro, un saludo.
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