Hace no mucho tiempo, en un pequeño pueblo en las afueras de
Madrid, habitaba un niño en creciente edad. Este niño a temprana edad empezó
llevando una pequeña carpeta al colegio como la de cualquier estudiante, donde
metía las hojas de deberes que día a día se acumulaban en su interior y que
permitieron a la carpeta aprender algunas cosas básicas en el colegio.
Pasaron un par de años, y aquel chico de temprana edad ya
cumplidos algunos años más, ya no podía bastarse solo de la carpeta, ya que
tenía que transportar todos esos libros y la carpeta se quedaba algo pequeña.
Esto le llevó a comprarse una mochila y una carpeta, la mochila estaba algo
mosqueada por aquello de no solo tener que soportar a los libros sino tener que
soportar a la carpeta, la cual como mucho había soportado unos folios a lo
largo de su tiempo.
De este mismo modo, el joven todas las noches preparaba su
mochila, en ella metía todos sus libros y aquella ya algo desgastada carpeta. Pero
sin saber porque ni imaginárselo, llegaba al colegio y la carpeta ya no estaba,
él pensaba que esto era culpa de su olvido, pero en verdad era los celos y la
envidia que la mochila tenían lo que la impulsaba a echar a la carpeta de sus
aposentos todas las noches mientras él
dormía durante repetidas ocasiones.
El joven estuvo acudiendo a la escuela durante el resto de
su tiempo en el colegio con la mochila, la cual se sentía orgullosa de haber
conseguido su puesto sin repercusión ninguna, cada vez que la mochila caía en
el cuarto reía de la carpeta que yacía apoyada sobre una balda con polvo.
Lo que la mochila no comprendía era lo que estaba sufriendo
la carpeta con las repetidas risas, con el repetido abandono. Así que la
mochila continúo mientras pudo con el martirio de la carpeta, hasta aquel
verano que siempre quedará en mente de la mochila, en la que el joven dejó el
colegio para empezar la universidad, donde el joven retomó la carpeta para
guardar sus apuntes ya que era algo más cómodo y se arrugaban menos.
La carpeta que sabía lo que le hizo sufrir aquella estancia
en la soledad, sabía que ya estaba mayor y queriendo ayudar a que el joven
retomará su mochila, buscó como colaborar. Aceleró su proceso de desgaste, empezándose
a romper las gomas que la mantenían cerrada y desgastándose todos los bordes
que componían esta, dando como única opción al estudiante el retomar la
mochila, pero algo sabemos y es que la carpeta fue reciclada, hoy en día la
utiliza otro joven y está muy feliz por ayudarle en su día a día en la escuela.
La moraleja de esta fábula, es que en estos malos momentos
que todos somos conscientes que actualmente mueven el mundo, tenemos que estar
con ganas de ayudarnos entre unos y otros, que ahora a lo mejor unos tienen
momentos mejores, pues que ayuden a los que los tienen peores, y que todos
aquellos que tienen momentos peores, que no pierdan nunca la esperanza que tal
vez ese mismo que un día los dejo caer, en cuanto pueda irá en su rescate.
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